En el primer plano del mural, abundantes flores florecen en el oasis, creando una escena vibrante y llena de vida. En la distancia, se distingue la iglesia que se erige frente a la plaza, un símbolo de la comunidad y la fé. En primer plano, San Andrés, con su presencia solemne, está acompañado por los faroles característicos del poblado.
Debajo de estos elementos, las hojas de los árboles enmarcan un gran picaflor, capturado en pleno vuelo. Este picaflor es observado con asombro por un niño que se divierte en las aguas de vertiente, su curiosidad y alegría reflejando la conexión entre el hombre y la naturaleza.
Adentrándose en los socavones, en el centro del mural, emerge el imponente rostro de una mujer, entrelazado con una cruz andina. Esta figura simboliza a la madre tierra descansando, llenándose de paz y energía en las aguas semitermales, transmitiendo una sensación de serenidad y bienestar.
El ambiente es tan apacible como el mágico atardecer piqueño, donde incluso los lagartos descansan y aprovechan los últimos rayos de sol, mientras los picaflores recogen el néctar de las últimas flores en el desierto más árido del mundo, el desierto de Atacama.
Todos estos elementos son fragmentos mentales de la imaginación, evocando a Pica y llevando al espectador a un recorrido por recuerdos del subconsciente hacia un mundo onírico. Este mural, a través de sus detalladas y vívidas representaciones, invita a una reflexión profunda sobre la interconexión de la naturaleza, la cultura y la memoria colectiva.
Este mural, con una paleta de colores cálidos, rinde homenaje a los locatarios más antiguos del mercado a través de dos rostros principales que destacan en la obra. Estos rostros están rodeados por productos naturales que reflejan el comercio local, entre ellos frutas y hierbas, creando una atmósfera de abundancia y vida.
Entre estos elementos, la iconografía indígena se entrelaza, formando un telar andino que simboliza la conexión y la identidad de la comunidad. Este telar no solo representa la riqueza cultural, sino también la manera en que se tejen las relaciones y tradiciones en el tejido social.
El mural captura la esencia de la comunidad, destacando la importancia de sus emprendedores y su legado en la preservación de las tradiciones y el sustento local. A través de su detallada composición, invita a una reflexión sobre la interdependencia entre la cultura, el comercio y la identidad colectiva, celebrando la labor de quienes han contribuido al desarrollo y la continuidad del mercado.
Este mural, que da la bienvenida en quechua con la frase «Allin Hamusqa,» encapsula una rica variedad de conceptos. En primer plano, las manos de una mujer trabajadora de la tierra sostienen productos naturales como la hierba luisa y la huatacay, simbolizando la conexión con la naturaleza y el esfuerzo agrícola.
En el fondo, se destacan elementos frutales y hojas, entrelazados y segmentados por una interpretación de iconografía indígena, creando una textura rica y culturalmente significativa. En el centro, una cruz andina envuelve el portón de entrada, simulando una verdadera entrada tradicional a una chacra, reforzando la autenticidad y la herencia cultural del mural.
Todos estos elementos se entretejen para formar un telar andino, representando de manera simbólica la interconexión de los diversos aspectos y conceptos presentes en el mercado y en la comunidad de Pica. El mural invita a los espectadores a reflexionar sobre la riqueza cultural, la tradición y la identidad comunitaria, ofreciendo una cálida bienvenida a todos los que lo contemplan.
Somos bendecidos al ser parte de esta hermosa comuna y destino imperdible de la región de Tarapacá para turistas nacionales y extranjeros, te invitamos a cuando nos visites cuides y difundas nuestras experiencias y recorras nuestro paraíso en familia durante todo el año